Como la llegada del último lunes es inminente, y yo quiero demostrarle que no le tengo ningún miedo, he estado viajando por ese maravilloso y desprestigiado destino turístico que son los momentos vividos.
Y como nuestro amigo Iñigo viene este puente de no-se-qué a pasarlo aquí a Bilbao, he recordado los 5 días que pase en su Vigo vital el último verano previo al que acaba estos días.
Cogí el avión y me esperaba Iñigo diciéndome que los taxis eran uno de esos lujos de Vigo por ser muy baratos. Desafortunadamente, las cosas habían cambiado mucho en el año que él había pasado estudiando fuera, en Barcelona (todos supimos que acabaría en una ciudad con nombre de taberna), y tuvimos que aflojar la pasta a aquel taxista que, ahora que lo pienso, no hizo nada memorable digno de su profesión como ser del Atlético, escuchar Sabina o no dejar de hablar durante todo el trayecto.
Taxistas sosos a parte, llegamos a su casa y me presento a los suyos que aún no conocía y no tardamos demasiado en ir al Foster's, establecimiento al que las madres de los amigos de Iñigo llaman coloquialmente "La Oficina", por eso de que deben emplear bastante tiempo allí metidos.
En "La Oficina" tuve mi primer contacto con amigos suyos como Rober, Carlos o Meiji, y viví el preludio de lo que sería mi estancia en la-que-debería-ser-capital-de-algo-en-Galicia. Y es que una amable camarera puso perdido a Carlos al traernos las bebidas, maniobra que nos reportaría un gin-tonic o cuba-libre a elegir a cada uno de nosotros e infinitos platos de frutos secos. Y es que en Vigo la hostelería no es cosa tonta, oye.
A este ritmo no llegaría de vuelta a Bilbao hasta dentro de dos horas por aquello del tiempo y que son las 12, pero sí que cabe recordar las memorables partidas de come-mierda (juego que SÍ puede reparar nuevas experiencias), la noche que salimos fuerte por allí o el gin-tonic que tomamos en uno de los garitos preferidos por la familia Sapiña.
Tampoco debemos olvidar el motivo principal de mi viaje, y es que nos ibamos a dedicar a tocar y grabar nuestras canciones menos conocidas, sólo al alcance de algunos pocos privilegiados.
En definitiva, que estoy deseando que llegue este viernes para sentarnos en un bar o terraza y contemos nuestras anécdotas más recientes, en lo que se convirtió ya hace tiempo en una de nuestras mejores costumbres.
Nos vemos, Iñi