Ya desde antes de conocerte supe que no lo entenderías. Ibas de lado a lado de la casa cantando, echándoles sonrisas a todos los señores de los cuadros del pasillo. No es caminar lo que tu haces; te deslizas.
Y mientras tú te preocupabas por los comentarios que escuchabas acerca de mi actitud de un tiempo a aquella parte, yo seguía allí, en tu sofá favorito, intentando darle vueltas a nuestra moneda de una sola cara.
Ahora ya no tenemos mucho que ofrecernos el uno al otro. Alguna revancha a partido único alguna vez, cuando tú no tienes ningún nuevo misionero malabarista con el que hacer tus viajes. Porque tú no sabes vivir de otra manera. Normalmente tú propones y yo me dejo llevar. Después yo me canso enseguida y volvemos a lanzarnos los objetos de uso cotidiano y doméstico que encontremos más a mano.
Calamaro te compuso una canción y, cambiando dos o tres letras de tu nombre, la tituló finalmente "Lorena". En ella canta que "hay que ser hombre/ para olvidar a una mujer" y pasados dos segundos remata "si no hay otra igual". Y seguro que él sabe de lo que habla, como lo sé yo, y creo que tú intuías.
Y es que siempre fuiste un poco bruja y debiste de dejar algo tuyo dentro de mí. O quizás me embrujaste aquel día hablando por teléfono unos días después de que terminara todo. Acuérdate, me dijiste que ojalá a partir de entonces nunca más volviera a tener suerte en mi vida y nunca volviera a encontrar a nadie a quien querer y viceversa. Pero no lo decías con maldad porque tú no tienes de eso.
El caso es que ninguna otra ha vuelvo a conseguir que yo discuta por tonterías, hable por teléfono con ellas o rellene con nuevas ideas una lista de posibles regalos. Nadie me ha insultado con tu pasíón porque nadie la tiene. Ni con el amor con el que tú lo hacías.
Vivo pensando en tatuajes que disimulen un poco el tuyo, que no se ve pero sí se toca.
A fin de cuentas somos polos opuestos y el puzzle sólo tiene dos piezas
Aterrizaje forzoso
Hace 3 años
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