jueves, 24 de septiembre de 2009

Juez y parte

El lugar mantenía ese olor a noches pasadas, a alcohol derramado por el suelo semana tras semana. Todos los clientes habituales sabían la baldosa exacta tras la que el barman escondía las cenizas de su madre. También ocupaban un lugar especial los dientes de aquel novato con moto nueva que entró pidiendo pelea y la perdió.

La primera regla de la comunidad era que no se podía pedir una gota de alcohol hasta pasado el primer cuarto de hora de cada hora impar. La segunda, que no se podía preguntar por qué. Era un peculiar homenaje que el barman hacía a la primera y única mujer de su vida que amenazó con marcharse si abría la condenada botella de whisky que se bebió la noche del 13 de abril de 1994.

Yo llegué por primera vez de la mano de un viejo amigo y encontré al barman de buen humor y sereno.

Otros no corrieron la misma suerte.

martes, 22 de septiembre de 2009

Siempre con traje

(...)
-Hola -dijo el cartero.
-Traerás cartas.
-Sí.
(...)



Allí estabas, esperando a tu tres-veces-campeón-mundial en tenerte. Yal otro lado de la pared, todo ese montón de gente pegando la oreja y utilizando vasos para ver si lo escuchaban. ¿Qué hiciste para pasar desapercibida? No les enseñaste tu maletín lleno de explosivos, ¿verdad? No querías levantar sospechas por algo que se ve todos los días por TV. Buscabas algo especial.

Mientras tanto, cerca de la puerta del hotel, tenías a tu complice más inverosímil. Saltaría la alarma del coche para dar la señal. ¿Cómo, valiendo tan poco, tuviste el valor de ser la primera en comprar a la gente de la calle? En el instante preciso, tu gurú del sexo entre cartones reventó el cristal del Santander de la esquina y saltaron todas las alarmas.

Las señoras rompían los cristales de las tiendas que asaltaban con una agilidad inédita. Alarmas, alarmas, alarmas. Y un bebé llorando. En un momento se calló. Debieron pasar por encima de su carrito.

Y ahí terminó todo. La explosión fue muda. Nadie debía conservar sus timpanos a esas alturas. Todo desapareció. Y se puso a llover. Y aún sigue lloviendo.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Mi perro también puede ladrar

Entraste apuntando a todos con tu secador,
gritándoles que se tiraran al suelo
y que soltaran todos los peines.

Cortaste el agua de los grifos,
dejando a todos con el jabón metido en los ojos
y pegando alaridos.

Quemaste la agenda con las citas de toda la semana
y quitaste ese programa de tarde en la televisión.

Y entonces,
justo cuando parecía que controlabas la situación,
alguien te atacó con la cuchilla de afeitar
y caíste.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Y el domingo, al fútbol.

Que haya gente que va a la iglesia los domingos no deja de ser anecdótico.

Tengo la imagen de cuando era pequeño y fuimos a ver los de casa un partido a San Mamés del Bilbao Athletic, filial del club bilbaíno. En aquel entonces jugaban en la 2ª máxima categoría junto a otros ilustres equipos vizcaínos como el Sestao River. No soy capaz de recordar el rival de aquella tarde del Bilbao Athletic pero sí que se ganó.

Antes o después de aquello, otro domingo, esta vez a las 11:30 de la mañana, mi padre me llevo a La Florida a ver al Portugalete, un equipo al que tengo desde siempre un gran cariño. Fuimos durante algunos años más a ver jugar al Portu con relativa asiduidad alternando el equipo entre la 3ª División y Preferente.

Algo más tarde, en el año del centenario, comencé a asistir domingo tras domingo a la catedral del fútbol a ver los partidos del Athletic. Tengo recuerdo especial de aquel sábado en plena Aste Nagusia 98, en que el Athletic venció al Dinamo Tblisi de Georgia en la previa de la Chanpions. Después fuimos a la azotea del edificio de la oficina de un familiar a ver los fuegos artificiales que ganarían el concurso de pirotecnia de aquella Semana Grande.

Y muchas y muy diversas otras tardes y noches de fútbol que recuerdo y que sigo viviendo aún a día de hoy.

Por eso no me entra en la cabeza ver un partido de fútbol por TV y ver las gradas vacías, poder escuchar los improperios de los entrenadores e incluso los aviones que pasan por los alrededores del campo.

El fútbol de semana tras semana, el de la liga, se ve en los campos de fútbol, el domingo y a las 5 de la tarde.

Así que tú, presidente de la Liga, dueño de las televisiones, ciudadano chino o japones, levántese el domingo del sofá, y lleve a su hijo a ver el partido.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Pescado capital

En mi tienda de revistas habitual creo que me tienen en buena estima. Aunque no sé como tomarme que hayan cambiado las publicaciones musicales y las hayan puesto junto a las revistas para adultos que leen los niños...

Hay un disco de Bob Dylan que es superior. Por encima. Así es que cuando entro en una tienda, pido un katxi en una txosna o llaman a casa para ofrecerme teléfonos, me gustaría tener la sensación de que la persona al otro lado hubiera escuchado alguna vez en su vida "Blonde on Blonde".

Y la mayoría de veces no la tengo.

martes, 8 de septiembre de 2009

Romeo le dijo a Julieta en el balcón

Ya desde antes de conocerte supe que no lo entenderías. Ibas de lado a lado de la casa cantando, echándoles sonrisas a todos los señores de los cuadros del pasillo. No es caminar lo que tu haces; te deslizas.

Y mientras tú te preocupabas por los comentarios que escuchabas acerca de mi actitud de un tiempo a aquella parte, yo seguía allí, en tu sofá favorito, intentando darle vueltas a nuestra moneda de una sola cara.

Ahora ya no tenemos mucho que ofrecernos el uno al otro. Alguna revancha a partido único alguna vez, cuando tú no tienes ningún nuevo misionero malabarista con el que hacer tus viajes. Porque tú no sabes vivir de otra manera. Normalmente tú propones y yo me dejo llevar. Después yo me canso enseguida y volvemos a lanzarnos los objetos de uso cotidiano y doméstico que encontremos más a mano.

Calamaro te compuso una canción y, cambiando dos o tres letras de tu nombre, la tituló finalmente "Lorena". En ella canta que "hay que ser hombre/ para olvidar a una mujer" y pasados dos segundos remata "si no hay otra igual". Y seguro que él sabe de lo que habla, como lo sé yo, y creo que tú intuías.

Y es que siempre fuiste un poco bruja y debiste de dejar algo tuyo dentro de mí. O quizás me embrujaste aquel día hablando por teléfono unos días después de que terminara todo. Acuérdate, me dijiste que ojalá a partir de entonces nunca más volviera a tener suerte en mi vida y nunca volviera a encontrar a nadie a quien querer y viceversa. Pero no lo decías con maldad porque tú no tienes de eso.

El caso es que ninguna otra ha vuelvo a conseguir que yo discuta por tonterías, hable por teléfono con ellas o rellene con nuevas ideas una lista de posibles regalos. Nadie me ha insultado con tu pasíón porque nadie la tiene. Ni con el amor con el que tú lo hacías.

Vivo pensando en tatuajes que disimulen un poco el tuyo, que no se ve pero sí se toca.

A fin de cuentas somos polos opuestos y el puzzle sólo tiene dos piezas