James Dean murió poco después de grabar para la siempre coherente nación norteamericana un anuncio de TV rogando precaución al volante. Lo irónico es que se dirigía con su Porsche a una carrera ilegal en la que participaría y, cosas del destino, nunca llegó a tomar la salida.
Caprichos de la vida, el conductor del remolcador del coche destrozado del bueno de James murió en la realización de la ardua tarea. Igual que muchos de los morbosos que compraron piezas por separado del vehículo después del siniestro. Por no hablar de la misteriosa desaparición de una reconstrucción del modelo original que se mostró al público varios accidentes después.
Para mayor asombro, el acompañante del actor en el trágico suceso murió en un nuevo accidente de tráfico en 1981.
¿Qué me venías diciendo de Paul McCartney?
Aterrizaje forzoso
Hace 3 años
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