Cuando R llegó nos estuvimos descojonando un buen rato de sus gafas de sol. En general, llevaba unas pintas de lo más normales. Quizás por eso el efecto de las malditas gafas. Él era así, ya sabes, siempre intentaba innovar, hacer cosas nuevas... ¡pero su desidia era casi tan grande como las putas gafas! Oh, joder, qué gafas. ¡No podíamos levantar la tripa del suelo por el dolor que nos habían provocado las carcajadas!
Cuando conseguimos ponernos serios hicimos el intercambio. En los intercambios siempre hay una bolsa que pesa la hostia y otra que no pesa nada. Nosotros siempre nos llevábamos de vuelta las dos, así que esto era algo que nos importaba un bledo.
Al ver los dos cadáveres, R se estremeció y empezó a temblar.
-Tampoco hace tanto frío, chico- dijo J, mi compañero.
De repente algún pájaro le cago a R en el hombro. J soltó una carcajada.
-Pero ya sabes lo que dicen. Cuando el grajo vuela bajo...
Aterrizaje forzoso
Hace 3 años
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