Hay domingos que existen. Los señores llevan a sus mujeres del brazo a la salida de la iglesia o el campo de fútbol. Van a un café de los de antes, como en el Bilbao de nuestros abuelos. En la calle el tiempo acompaña y los problemas, que compartidos son menos problemas, pasan a un segundo plano. Mañana solo será un día que no recordaremos la semana que viene.
Ahora sé que simplemente hacía falta una mujer para sentirse parte de todo esto.
Aterrizaje forzoso
Hace 3 años